viernes, 23 de mayo de 2008

Diario de poesía

Bruma de oro, el occidente abruma
La ventana. El asiduo manuscrito
Aguarda, ya cargado de infinito.
Alguien construye a Dios en la penumbra.
Un hombre engendra a Dios. Es un judío
De tristes ojos y de piel cetrina;
Lo lleva el tiempo como lleva el río
Una hoja en el agua que declina.
No importa. El hechicero insiste y labra
A Dios con geometría delicada;
Desde su enfermedad, desde su nada,
Sigue erigiendo a Dios con la palabra.
El más pródigo amor le fue otorgado,
El amor que no espera ser amado.

Este poema por supuesto no es mío...No es demasiado bonito. Lo dedicó Borges a Spinoza: el judío que engendró a Dios a través de la geometría. No está mal pensado. El filósofo pulidor de lentes que paseando por los canales de Amsterdam pensó que la única sustancia es la divina. El que habló del amor no como un sentimiento, sino como un pensamiento: amar significa conocer y aceptar la verdad de lo que se conoce. Amar lo que uno es y lo que el mundo es, una vez conocido adecuadamente. El amor que no espera ser amado.

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