martes, 14 de julio de 2009

Anécdotas

Subo al bus que lleva de Sanchinarro a Plaza de Castilla. En una de las paradas intermedias de la Autovía de Burgos se sube una familia de gitanos rumanos formada por tres personas: mamá, el niño pequeño y papá. Pagan su billete y se sientan hablando animadamente. Al llegar a Plaza de Castilla, bajamos todos los viajeros. Ellos tres y yo corremos hacia el semáforo: está a punto de cambiar a rojo. Seguimos avanzando hacia el metro. Allí les pierdo la pista.
Mi camino termina en Cuatro Caminos. Salgo a la glorieta y hago algunas gestiones. Mis pasos me llevan por la esquina de la calle Hernani con Bravo Murillo. Cuál es mi sorpresa al tropezarme con el papá gitano. Ahora está sentado en la acera, mostrando una pierna sucia y alzando la mano para pedir limosna. Unos metros más adelante se han sentado mamá y el niño pequeño en un banco de la calle. Mamá fuma un cigarrillo y entretiene al niño pequeño.
Papá trabaja y mamá cuida al hijo. Podría ser una historia convencional, pero no lo es. Es sobrecogedora, triste y demasiado realista. Es una historia de nuevos pícaros. Al finalizar la jornada volverán a su chabola, y otro día más me los toparé en el bus.