jueves, 22 de noviembre de 2007

Diario de espectáculos II

El montaje de los Mabou Mines fue increíble. El mejor de los tres que he visto. Esta compañía ya había venido al Festival de Otoño de Madrid el año pasado con la misma obra. En aquel momento leí sobre ellos y quedé impresionada.
Se alza el telón y dos mujeres abren una casa de muñecas. El decorado es infantil y diminuto. Las mujeres entran en la casa de rodillas, se sientan en un sofá muy pequeño y toman el té en tacitas de juguete. En seguida entendemos por qué lo hacen, cuando aparece el marido de una de ellas, la que habla como si fuera una muñeca grande y parece tener cabeza de chorlito. El marido, y los otros dos personajes masculinos están interpretados por enanos, y todo el decorado está hecho a su medida.
La crítica feminista es atroz. Las mujeres, para hablar con los hombres, tienen que agacharse o arrodillarse. La obra termina con la rebeldía de una de ellas, la señora de la casa de juguete que contemplamos todo el tiempo. Subida a un palco, canta para despedirse de su marido mientras se despoja de toda su ropa. Se parodia el melodrama cursi y empalagoso de las despedidas amorosas. La mujer se queda desnuda y, lo más espectacular, calva. Se quita el vaporoso vestido y arroja la peluca de rizos rubios. A la vez, unas marionetas colocadas al fondo del escenario repiten los mismos movimientos que la mujer rebelde y su marido enano. Sobrecogedor.
La compañía es neoyorquina. La fuerza del teatro es tan enorme que uno no echa de menos el idioma propio.
Y aunque la crítica feminista parezca ya tan obvia y consabida, uno no deja de pensar en todas las mujeres que conoce, que llevan peluca rubia de rizos y que se arrastran de rodillas para que sus maridos enanos puedan hablarles.
A pesar del montaje tan alejado de lo verosímil, la sensación es de inquietante realidad.
Hasta la próxima.

domingo, 18 de noviembre de 2007

Diario de espectáculos

He ido al teatro. He visto tres montajes: Solomillo, de la compañía Sexpeare; Dollhouse, de los Mabou Mine; y Olvida los tambores, una obra de Ana Diosdado.

Hace tiempo que acudí, por una casualidad, a ver Qué pelo más guay, también de los Sexpeare. Reconozco que reí muchísimo. Era una parodia de las películas de los años setenta tipo Starky y Hutch: pareja de policías, uno blanco y otro negro, historias de duros sin remedio. Estos duros en concreto estaban preocupados por su pelo y daban saltos en el tiempo, cambiaban las historias, las revobinaban o las aceleraban... A mí me pareció muy original. Había otro personaje más: un crítico de cine casposo, que contaba su erudito parecer a un camarero nervioso encerrado en un minibar (en el sentido literal).

Solomillo es la historia de un solomillo. El solomillo es Fele Martínez, que está genial. El afán de este solomillo es encontrar a su amada María Entrecot y encontrar trabajo de solomillo en un restaurante. Un sólo actor haciendo dos personajes surrealistas, un escenario desnudo, en el que se juega con las luces para cambiar de espacios. Y una cerdita que de vez en cuando pedía al público que decidiera cómo debía seguir la obra.

A los Sexpeare les gusta reír, simplemente. La risa gratuita, sin más. Buscan el punto de vista absurdo, en la línea de Mihura o Jardiel Poncela.

Al menos así lo he entendido yo.

jueves, 8 de noviembre de 2007

DIARIO DE LECTURAS

Jueves, 8 de noviembre

Últimamente leo más. He vuelto a leer Pedro Páramo y eso me ha llevado a El llano en llamas. Las dos son increíbles. En la primera, el punto de vista es el de un muerto que retrata a otro muerto. En la segunda, no hay más que historias de desolación. Y un yo narrativo que nunca es el mismo yo.
Para el que le guste el mundo clásico, Alexias, el ateniense, de Mary Renault. ¡Es buenísima esta novela! Muy documentada, muy didáctica, emocionante. Muy bien escrita, traducida, editada. Apasionante.
Hasta la próxima.

lunes, 5 de noviembre de 2007

Diario de poesías

Lunes, 5 de noviembre

Hacía mucho que no leía nada de poesía. ¿Por qué? No lo sé. Una vez sufrí por amor y lo único que leía era a Spinoza.

Hace poco leí este poema. Es de una japonesa, Akiko Yosano. Lo encontré por casualidad en un suplemento cultural.

El día en que se muevan las montañas

El día en que se muevan las montañas,
el día en que se muevan las montañas, está aquí.
Por mucho que lo diga, la gente no me cree.
Durante mucho tiempo, las montañas estuvieron dormidas.
Hace tiempo, bullían, ardiendo en llamaradas.
Aunque hayáis olvidado,
debéis creerme todos:
y las mujeres que seguían dormidas,
se van a despertar y se van a mover.

Es un poema precioso, pero no lo entiendo. Puede que se refiera a una revolución en la naturaleza y en la vida humana: las montañas despiertan y las mujeres se van a despertar. Pero no me gustaría quedarme con una mera lectura feminista.
Cuando lo leí imaginé un terremoto. Qué simpleza.
Ahora lo vuelvo a leer, y pienso en un terremoto dentro de mí misma. Quizá la mujer, la persona, que va a moverse, cosa tan imposible como que las montañas se muevan.
Lo cual nadie va a creer, claro.
Podéis decirme algo que me ayude a entenderlo. Hasta la próxima.

jueves, 1 de noviembre de 2007

Un comienzo

El Cuaderno Gris es el nombre de una famosa obra de Josep Pla. Es un diario de juventud, o un dietario, o sea, una crónica de su época. Pero lo mejor de todo es que no es exactamente un diario de juventud, sino que parece ser que Pla se lo fue inventando algo más tarde. Genial.

El título de este diario tiene que ver con que Pla decidió escribir en él cualquier cosa. Las cosas grises: el día a día. Ésa es mi idea en este blog. Escribir sobre cosas que me apetezcan, pero no muy relevantes, nada importantes: cosas mías. Un cuaderno para escribir la vida, como hacía Carmen Martín Gaite. Un cuaderno de todo.

Sed bienvenidos los que queráis leerlo.