viernes, 16 de enero de 2009

Viaje a Túnez 4


Viajamos durante dos días por el país: Kairouan, el Atlas, el Sahara, el Djem... En Túnez hay muchos restos romanos a los que los turistas no suelen acceder. De ese recorrido hasta el Sahara recuerdo la carretera polvorienta, los vendedores de fruta y gasolina en los arcenes, las calles sin asfaltar de las ciudades, los comercios sin carteles, el predominio del árabe en los letreros, y el calor, sobre todo el calor.

Otras cosas no cambiaron: a los turistas los llevan a lugares donde se han rodado películas y a cada momento piden dinero por una foto, una explicación, cualquier cosa. No obstante, poder disfrutar del Sahara al amanecer, alojarnos en un hotel en medio de la nada, bañarnos en una piscina de agua caliente por el calor sofocante del día, comer tallín y cuscús, tomar un delicioso té a la mente y un zumo recién exprimido, ver a los hombres acudiendo a la oración en la mezquita al romper el día... Todo eso compensó el trato de unas personas que ven al turista como a un ricachón del que aprovecharse. Nada sorprendente en un país cerrado en sí mismo, pobre y cercado por un desierto hermoso pero inhóspito.

Nuestra última excursión nos llevó a Túnez capital, Sidi Bou Said y Cartago. La capital no es una ciudad bonita pero se puede respirar en ella un aire más moderno. Comimos estupendamente en un restaurante situado en el primer piso de un edificio cuyos balcones dan a la avenida más principal de Túnez. Por la tarde paseamos por la medina, abigarrada de gente, y nos compramos unas cachimbas. Qué menos que comprar en una medina.

Viaje a Túnez 4


Se ven mobylettes antiguas, de los años setenta, mucho coche viejo y mucha animación. en la medina, situada al pie de la antigua fortaleza, casi no hay gente. Ignoramos a todos los que nos piden entrar en su tienda. Alguno no es agradable. Un niño pretende que me quede con una flor de papel, le digo en árabe: "La, la, la". Es muy pequeño, muy bajito, muy sucio, muy descarado. Me da pena. Otro chico mayor nos interpela pero ponemos cara de pocos amigos y seguimos adelante.

Me fascinan las puertas de las casas, dentro y fuera de la Medina. La playa de Hammamet es muy hermosa, de arena fina. Las barquitas de colores reposan cerca de la orilla. Encontramos una terraza muy agradable donde hay mujeres merendando, parejas y extranjeros. El sol se pone dulcemente en este rincón.

Viaje a Túnez 3


Por la tarde de ese mismo día tomamos un autobús desde la zona turística en la que estamos hasta Hammamet. En el bus casi no hay asientos. Se sube por la parte de atrás, donde está el cobrador. Se baja uno por delante, pasando frente al conductor. Nadie pide la parada, sencillamente el bus para donde está indicado.

En Hammamet ya no hay marquesinas: sólo un cartel en árabe y en francés, "Arrêt bus". La gente espera sin guardar cola y cuando llega el vehículo se agolpa en la escalerilla de subida. Nadie utiliza metrobuses ni bonobuses ni nada que se le parezca. Uno entra y se pelea por un sitio de pie, a ser posible cerca de una ventanilla debido al calor sofocante. Hay pocos turistas en el autobús. Hay niños, hombres de tez morena, mujeres veladas, más de las que me esperaba.

En Hammamet tenemos que andar desde el lugar donde nos deja el bus hasta la medina. El paseo me gusta. Todo es cutre, pero no especialmente sucio. Se ven edificios encalados, casitas bonitas descuidadas. Hay hombres sentados en los bancos de la calle oliendo flores que sostienen entre los dedos. Se ven más hombres, jóvenes y viejos, sentados en los cafés, como en París, con las sillas puestas mirando hacia la acera. Los clientes dedican el tiempo a charlar o a mirar, simplemente, con algún café encima de la mesita.

sábado, 10 de enero de 2009

Viaje a Túnez 2

Durante la mañana del segundo día conocemos gente española en la reunión que organiza la agencia. El guía llega tarde y suda como un cerdo, pero es simpático.
Hay más guías pululando por el hall del hotel. Uno de ellos nos ve cara de despiste cuando buscamos el comedor. Nos conduce hacia allí y a continuación nos enseña fotos del Sahara. Intenta vendernos una excursión. Parece que las acciones gratuitas no son las más habituales con los turistas.
Otro guía nos ofrece una visita a Hammammet, a una tienda de alfombras. No hay que pagar nada. Decimos que sí poco convencidos. Nos da un papel con la hora. Cuando más tarde rehúsamos ir a la excursión se enfada y rompe el papel con furia. Este hombre se pasa la mañana y la tarde en el hotel intentando captar clientes para la tienda de alfombras. El guía de la agencia le había llamado "representante" de la tienda. No envidio su trabajo.

jueves, 8 de enero de 2009

Viaje a Túnez


Llegamos a las 21.30 al aeropuerto de Túnez-Cartago. En el avión nos dan de comer pollo especiado con arroz, pasas y piñones, almendras, una ensalada de patata con arroz envuelto en hoja de parra. De postre, un pastelillo de almendra, muy rico, muy parecido a la formetjada menorquina o al English pie.

Un autobús nos espera a la llegada para ir al hotel, en Hammammet. Vemos a la salida mujeres cubiertas con velos de colores, un hombre vestido como un bereber, completamente de blanco.

De camino al autobús nos intentan vender unas flores de papel por 2 euros cada una. Se las devolvemos al vendedor, que nos pide "propina europea". Se enfada cuando le doy cincuenta céntimos. Otro hombre nos persigue para llevarnos en su coche al hotel. Nos negamos y nos sentimos un poco acosados. El chico que servicialmente pone el equipaje en el maletero del autobús alarga la mano y pide una propina a espaldas del conductor. Yo hice como que no entendía.

El hotel tiene muy buena pinta. Un chico de unos catorce años, sudoroso dentro del uniforme, nos sube las maletas. Da un gran rodeo para llegar a la habitación. No hay ascensores, aunque tampoco muchas plantas que subir. El chico no parece muy alegre. No pide propina. Le damos dos euros. Pienso en que estamos en un país donde existe la explotación infantil, aunque seguramente no haya conciencia de ello.

Más tarde nos damos cuenta de que las monedas no ayudan, puesto que no pueden cambiarse fácilmente como los billetes. Otro turista nos cuenta que a veces piden a los extranjeros que les cambien las monedas por papel.

Mis primeras impresiones me recordaron a la España de hace cuarenta años. Todo el mundo intenta conseguir dinero bajo cuerda del turismo, y creen que todos los extranjeros son ricos.