viernes, 16 de enero de 2009

Viaje a Túnez 3


Por la tarde de ese mismo día tomamos un autobús desde la zona turística en la que estamos hasta Hammamet. En el bus casi no hay asientos. Se sube por la parte de atrás, donde está el cobrador. Se baja uno por delante, pasando frente al conductor. Nadie pide la parada, sencillamente el bus para donde está indicado.

En Hammamet ya no hay marquesinas: sólo un cartel en árabe y en francés, "Arrêt bus". La gente espera sin guardar cola y cuando llega el vehículo se agolpa en la escalerilla de subida. Nadie utiliza metrobuses ni bonobuses ni nada que se le parezca. Uno entra y se pelea por un sitio de pie, a ser posible cerca de una ventanilla debido al calor sofocante. Hay pocos turistas en el autobús. Hay niños, hombres de tez morena, mujeres veladas, más de las que me esperaba.

En Hammamet tenemos que andar desde el lugar donde nos deja el bus hasta la medina. El paseo me gusta. Todo es cutre, pero no especialmente sucio. Se ven edificios encalados, casitas bonitas descuidadas. Hay hombres sentados en los bancos de la calle oliendo flores que sostienen entre los dedos. Se ven más hombres, jóvenes y viejos, sentados en los cafés, como en París, con las sillas puestas mirando hacia la acera. Los clientes dedican el tiempo a charlar o a mirar, simplemente, con algún café encima de la mesita.

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