jueves, 19 de marzo de 2009

Diario de lecturas

Una obra de arte es una obra de arte. Un universo en sí mismo. Una mónada que refleja a otras mónadas pero que empieza y acaba en ella misma. Por ello no se puede juzgar una obra de arte desde la moral. O eso es lo que pretende demostrar Nabokov cuando escribe una novela sobre un pederasta. Eso sí, que aceptemos el postulado de Nabokov no implica que uno al leer no sienta una aversión profunda por un hombre obsesionado por una niña. No sabría explicar racionalmente por qué. Tendría que apelar a Hume y al emotivismo moral: sencillamente, me produce asco. Y sí, seguramente no he entendido a Nabokov... Lo siento.
Explica Nabokov: "Para mí, una obra de ficción sólo existe en la medida en que me proporciona lo que llamaré lisa y llanamente placer estético, es decir, la sensación de que es algo, en algún lugar, relacionado con otros estados de ser en que el arte (curiosidad, ternura, bondad, éxtasis) es la norma". En efecto, una obra de arte se define por el placer estético. ¿Proporciona placer estético la aberración de un pederasta? Creo que no he conseguido quitarme de encima mi escala de valores al leer esta novela.
Ojalá alguien me dé un punto de vista que me haga reflexionar sobre este punto... Y consiga ver esta novela como lo que es: una gran obra de arte.

lunes, 2 de marzo de 2009

Amanecer


Otra vez el amanecer en Madrid. Como en la película Smoke, la misma hora, el mismo lugar, el mismo punto de vista. Esta vez sí pude tomarme un café.