jueves, 24 de julio de 2008

Poesías que recuerdan a viajes


He leído este poema de un escritor israelí, Yehuda Amijái:


Después de Auschwitz no hay teología:

de las chimeneas del Vaticano sube humo blanco

señal de que los cardenales eligieron un papa.

De los crematorios de Auschwitz sube humo negro

señal de que los dioses todavía no eligen

al pueblo elegido.

Después de Auschwitz no hay teología:

los números de los antebrazos de los prisioneros de exterminio

son los números de los que no hay respuesta

y ahora están desconectados, uno por uno.


Después de Auschwitz hay una nueva teología:

los judíos que murieron en el Holocausto

se volvieron semejantes a su dios

que no tiene la figura del cuerpo y que no tiene cuerpo.

Ellos tampoco tienen la figura del cuerpo ni tienen cuerpo.


No he estado en Auschwitz. Pero he visitado Dachau, el primero de todos los campos de concentración construidos por los nazis. ¿Me impresionó la visita? Sí, aunque he visto tantas películas de judíos y nazis, y he leído ya varias novelas. El sufrimiento sigue allí. En Dachau también hubo gitanos, homosexuales, comunistas. Fue un campo de trabajo donde la gente moría de desnutrición, enfermedades, hacinamiento y sobreesfuerzo. A algunos los mataban de un tiro en la nuca, cuando eran rebeldes o molestos. O los encerraban en prisiones oscuras y pequeñas, absolutamente insalubres. Todos los cuerpos los quemaban. Junto al crematorio hay una pequeña cámara de gas.

Cuando visité Dachau, había familias con niños en carritos y grupos de escolares que se comían el bocata en el patio de formación. Había risas y charlas en voz alta. El paraje es tranquilo y casi bucólico. Es la paradoja del dolor y del mal, que sólo son anormales cuando uno los aisla de todo lo demás, como un tumor que se extirpa y se analiza después de haber formado parte del cuerpo de alguien que ríe y va al cine.

Pasé casi media hora paseando por allí. No me fui triste, pero tampoco contenta. Intenté imaginarme tanto dolor y no fui capaz.

miércoles, 9 de julio de 2008

Diario de viajes



Hace ya más de un año. Un puente de mayo especialmente lluvioso. Decidimos pasar el día en Soria. Fue imposible. La lluvia no nos lo permitió. Tuvimos que parar a medio camino en Medinaceli. Como Pedraza, es una villa castellana: piedra y piedra y más piedra. Restos árabes y romanos. Pasamos mucho frío. Siguió lloviendo. Comimos en una especie de fonda casera (no admitían tarjetas de crédito): sopitas y carne. Si paseabas junto a las murallas no había más que verde, un océano de verde. Pardójicamente, la sensación era asfixiante.

DIARIO DE VIAJES


Si el invierno es duro, no digamos el verano... El tiempo transcurrirá sin que dedique lo suficiente a este blog. Pero se acercan nuevos viajes y yo recuerdo aún el de Budapest. Y me animo a traer esta foto de uno de los lugares más decadentes que he visitado: el cementerio de Budapest. Como me dijo una buena amiga, es un museo al aire libre. Como si todos los escultores modernistas catalanes hubieran encontrado su lugar ideal. Un buen lugar donde descansar en paz, los vivos y los muertos.