lunes, 24 de marzo de 2008

DIARIO DE VIAJES: PEDRAZA


En enero estuve con unos amigos en Pedraza. Lo que más me impactó fue la visita a la cárcel, una torre junto a la única puerta de acceso al pueblo (aún hoy día). Un lugar estremecedor. Los presos llegaban a una habitación sin chimenea donde los dejaban postrados sobre una especie de tarima forrada de paja, con los pies encerrados en unas trabillas de madera que no debían ser nada cómodas. Hay que imaginarse el frío en una ciudad como Pedraza. Las necesidades biológicas las hacían en un agujero que daba a un conducto. Por ahí las deposiciones caían a los sótanos de la torre, donde estaban encerrados los presos a los que daban el mayor de los castigos. Esos sótanos o bodegas, adonde eran arrojados sin miramientos por un agujero, no tenían ningún tipo de ventana por donde entrara la luz. Los presos se morían entre la mierda de sus propios compañeros, seguramente por la inhalación de los gases tóxicos de las deposiciones. A otros presos los tiraban por un hueco diferente al anterior con el fin de que se rompieran algún hueso y murieran en la oscuridad. Los que tenían más suerte pasaban un tiempo hacinados como piojos en unas celdas de madera prodigiosamente herméticas donde no se filtraba tampoco ni un rayo de luz. Los castigos de ese lugar consistían en la falta de luz, lo que me recuerda una espeluznante novela de Tahar Ben Jelloun, Cette aveuglante absence de lumière, en la que se relatan los veinte años que pasan unos militares rebeldes al anterior rey marroquí, encerrados en unos agujeros sin luz y en unas condiciones aberrantes. Lo peor era eso, la falta de luz: ni las cucarachas ni las enfermedades, ni el convivir con tus propios excrementos era tortura equiparable a la ausencia de luz. Impresionante.

jueves, 13 de marzo de 2008

Hayedo de Montejo



Más maravillas de la comunidad de Madrid: éste es uno de los hayedos más meridionales del mundo, situado en la Sierra del Rincón, o Sierra Pobre. Un nombre poético, ¿verdad? En efecto, "hace esquina" con las provincias de Guadalajara y Segovia. Es un bosque de robles y hayas no grande, pero hermoso. Hay algo de fantasmal en el frío y húmedo bosque, y mucho de sublime en las montañas que se avistan desde los claros que dejan los árboles. El cielo azul y las esponjosas nubes invitan a volar con la vista.

sábado, 1 de marzo de 2008

Rascafría en enero




En este mes tan invernal tuve la suerte de romper durante dos días mi rutina diaria y pasarlos en un albergue juvenil de esta localidad madrileña. En mi afán por convertir un tanto por ciento de mi urbanitismo congénito en amor a la naturaleza, traigo al blog más imágenes alejadas del entorno de la ciudad. Aquél día disfrutamos de un bonito paseo, bajo un sol deslumbrante, cuyos rayos empezaban a deshacer el hielo formado durante la noche sobre los riachuelos. El azul del cielo era brillante e intenso. Los tonos de marrón, un desafío para cualquier pintor. Los árboles muertos esperaban pacientemente el renacer de la primavera. Parecía que nos hablaban con su silencio, diciéndonos que el milagro de cada año era inminente.